Los pobladores y las autoridades de los siete municipios afectados por el derrame de 40 mil metros cúbicos de ácido sulfúrico de Grupo México en los ríos Bacanuchi y Sonora quieren respuestas. No simulación ni del Gobierno del Estado ni de la minera, dicen. Exigen la reparación del daño y seguimiento a las posibles enfermedades que los habitantes de la región puedan padecer por la exposición a los tóxicos derramados en el afluente que alimenta a peces, ganado y cultivos. Las pérdidas aún son incuantificables: las siembras y cosechas están detenidas; los ganaderos no pueden ordeñar; el queso del río Sonora, apreciado por su sabor entre los habitantes de las ciudades sonorenses, no se vende por el temor a la contaminación. La crisis por el agua alcanza a todas las comunidades extendidas por la sierra a través de kilómetros de curvas y pendientes.
Mientras, la incertidumbre por el futuro preocupa a todos por igual. El derrame de Grupo México no sólo contaminó a uno de los ríos más importantes del estado, sino que condenó a la crisis económica a más de 24 mil personas.
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Río Sonora, Sonora, 4 de septiembre (SinEmbargo).– El viernes 8 de agosto, días después del derrame de 40 mil metros cúbicos de ácido de la mina Buenavista del Cobre en el afluente del río Sonora, Luz Mercedes Apodaca se mojó el rostro, los brazos y las piernas en el agua de la corriente a la altura del municipio de Baviácora. Hoy, la mujer de 50 años de edad se encuentra bajo tratamiento dermatológico. Tiene la piel escoriada por el contacto con los contaminantes.
A tres semanas de lo sucedido, la oriunda de Baviácora, uno de los siete municipios afectados por el derrame de Grupo México, ha recibido la visita de representantes de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), la Secretaría de Salud y hasta del Gobernador de Sonora, Guillermo Padrés Elías.
Todos ellos para ponerse a su disposición. Todos para ofrecerle servicios médicos del Estado gratuitos para análisis médicos urgentes. Incluso un tinaco para que no tenga que acarrear agua bajo los rayos del sol quemante del verano.
“Han venido para ofrecerme ayuda. La Conagua me dará un tinaco para que no ande acarreando agua y el Gobernador me dijo que me dará una ayuda, no sé qué tipo de ayuda, pero me harán todos los estudios que necesito en la Secretaría de Salud”, detalla.
Luz Mercedes vive en una pequeña casa rodeada de árboles frutales que se están secando porque no hay agua para regarlos. Las hojas se marchitan poco a poco bajo los 41 grados centígrados que azotan a la entidad, de la misma forma que su enfermedad empeoró con los días después de que se mojó con agua del río contaminado.
Ese viernes, la mujer desconocía que a través de una frecuencia de radio de Cananea, las autoridades de Protección Civil informaron que Grupo México derramó tóxicos en el afluente. Pero a Baviácora, dice Mercedes, no llega la señal desde esa ciudad.
“No hubo ningún reporte. No avisaron de nada, como otros días que pasa la Cruz Roja. Del día 8 que me lavé en el río al domingo pararon los pozos, pero nadie avisó que había contaminación. Dicen que se dio aviso por la radio de Cananea, pero aquí no agarra la señal, apenas de Hermosillo unas cuantas estaciones”, indica.
La mujer recuerda que el ardor y enrojecimiento del rostro ocurrió inmediatamente después de lavarse con el agua del río.
“En la noche me lavé y me puse crema, pero no la aguanté. Me salieron unas ampollas y me eché de ese violeta que le ponen a los perros. Pasaron los días y me salieron más ampollas. Se me hizo una torta. Tenía la nariz, todo pelado, no podía ni hablar. Mis hijas me llevaron con un médico particular y me dijo: ‘mija trae todos los químicos encima’ y me dieron tratamiento que me ayudó un poco, pero aquí sigo”.
Cuando el gobierno del estado se enteró, a través de algunos medios de comunicación locales, de lo sucedido, Luz Mercedes empezó a recibir varias visitas. Pero ninguna de Grupo México.
“Los del sector salud me van a poner una cita para ver mis ojos, porque me quedaron como legañosos y como con hebritas, me duele un oído y traigo inflamados unos ganglios del cuello. Dicen que me harán un estudio general. Yo nada más quiero salir bien de los análisis, todavía no he pensando en hacer nada contra Grupo México, yo sólo quiero salir bien”, dice.
Luz Mercedes está preocupada por su salud, al igual que los ganaderos, agricultores, lecheros, queseros y todo aquel que vive de la producción de algún alimento en la amplia región del río Sonora.
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Desde el municipio de Ures –ubicado a tan sólo una hora de Hermosillo– hasta Baviácora, Aconchi, Huépac, Banámichi, San Felipe de Jesús y Arizpe, existe un clima difícil de sobrellevar para los más de 24 mil afectados de la región. Todavía la semana pasada no había escuelas, no hay agua potable ni de riego y la economía de esas localidades que subsisten a orillas de río Sonora, está paralizada.
A diferencia del anuncio que realizó Guillermo Padrés de asumir el gasto, como un préstamo a la compañía minera, de los primeros 100 millones de pesos para enfrentar la emergencia ecológica en la entidad, después de tres semanas de pérdidas, los siete alcaldes de los municipios afectados entregaron una carta a Grupo México, donde le exigen la reparación del daño y acusan a la firma de un comportamiento “indignante” y “prepotente” hacia los pobladores.
La misiva firmada por los siete alcaldes y fechada el pasado viernes 22 de agosto expone la gravedad de la situación de los pobladores, productores y comerciantes de la región afectada en su economía e imagen.
“Así mismo [sic] ha causado una gran movilización extraordinaria por el personal que integra cada uno de nuestros municipios, quienes hemos tenido que realizar gastos imprevistos para atender y mitigar en la medida de nuestras posibilidades, la continencia provocada por ustedes. La ayuda que al momento han proporcionado resulta a todas luces insuficiente y en algunas ocasiones hasta ofensiva.
Nosotros como presidentes municipales externamos nuestra molestia y la molestia de nuestros representados por el trato indignante y prepotente del que hemos sido objeto por parte de algunos de los representantes de esa empresa”, dice la carta.
La misiva continúa: “No han bastado las acciones realizadas por ustedes, pues el daño sufrido en nuestra región no se limita a la fecha, si no que peligra en el futuro al verse mermada la confianza en los productos de la zona. Exigimos que sin necesidad de acudir a una instancia legal asuman la responsabilidad plena de los actos y omisiones realizados por su empresa, y así mismo se aboquen a resarcir de forma inmediata los daños y perjuicios ocasionados a los afectados por el derrame de contaminantes vertidos en el río Sonora”.
Los alcaldes le piden a Grupo México que se haga responsable no sólo de daños materiales a los habitantes de la región, sino también de posibles enfermedades que, debido a la contaminación del afluente, puedan padecer los vecinos del río.
No es la primera vez que las autoridades de los municipios afectados demandan soluciones. El 18 de septiembre de 2013 enviaron una carta a la Conagua exigiendo información sobre los residuos tóxicos que contienen los represos de la mina, pero no hubo respuesta.
El Alcalde de Arizpe Vidal Vázquez Chacón, quien facilitó a SinEmbargo una copia de la carta entregada a la compañía minera hace unos días, asegura que los presidentes municipales buscarán negociar con la empresa sin acudir a las instancias legales, pero que si Grupo México se niega a responderle a la población, interpondrán una demanda conjunta.
“Ya estamos haciendo comités ciudadanos por cada sector: los ganaderos, los agricultores, las amas de casa, los lecheros, todos y estamos haciendo reuniones”, dice.
De acuerdo con Vidal Vázquez, los daños a la región aún no se pueden cuantificar, debido a que aún no concluye la contingencia ambiental, pero estima serán considerables.
Entre 80 y 85 por ciento de la actividad económica de Arizpe gira alrededor de la agricultura y ganadería. El municipio es el mayor producto de ajo en Sonora, pero para este año y quizás para el próximo, las cosechas se perderán.
Son 112 ranchos. La cosecha de ajo al año es de 2 mil toneladas, además de otros cultivos como maíz, frijol y papa.
Los agricultores, dice Vidal, no querrán arriesgarse a contaminar sus tierras con el agua que Grupo México llenó de tóxicos en un abrir y cerrar de ojos.
En cuanto a la ganadería, las vacas aún beben agua del río Sonora, debido que los ganaderos carecen de la infraestructura necesaria para hacer frente a la emergencia.
“Nos dan un balazo en la frente con la orden de desalojar el ganado del río, sacarlo y llevarlo a potreros donde no tengan contacto con el agua. Se me hace muy difícil porque no tenemos la infraestructura necesaria para guardar el ganado. Las vacas están tomando agua del río”, dice.
El Alcalde de Arizpe explica que para poder reactivar la economía se requiere que el agua del río Sonora salga con niveles de metales pesados dentro de la norma, pero que aún así, habrá pérdidas debido a que se retrasó la siembra.
“No hemos preparado las tierras, los canales de riego, nos atrasará mucho, el cultivo va a disminuir, ahorita ya deberían de barbechar, rastrear, preparar la maquinaria, la mano de obra. Las personas están muy confundidas, no saben si invertirle o no, porque no se sabe si está bien o mal. El límite para empezar a sembrar es del 15 al 30 de septiembre”, detalla.
Pero la realidad es que el destino de todas esas comunidades que viven del río está en el aire. No hay una fecha precisa para que se levante la contingencia y los sonorenses ven con espasmo la pasividad del gobierno federal para sancionar y obligar a Grupo México a responder por las pérdidas.
“Hemos visto pasivo al gobierno federal, a la Conagua, a la Semarnat [Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales], porque a nosotros no nos toca esto, ni siquiera al gobierno del estado. Estamos cayendo en una desesperación y estamos al límite”, dice Vidal.
La misma desesperación de Arizpe se respira en cada punto de la ruta del río Sonora. En Baviácora, cuando inició la emergencia, el galón de agua purificada se llegó a vender hasta en 80 pesos en los changarros.
Hace dos semanas, Grupo México instaló centros de acopio de agua purificada, en donde por una firma y mostrar la credencial de elector, el líquido es gratuito a la población.
En Ures, los habitantes tienen que esperar hasta cinco horas para que la pipa llene los recipientes que se asoman en los portones y las banquetas de las viviendas.
Grupo México y la Comisión Estatal de Agua (CEA) han llevado decenas de pipas a las comunidades. En Ures, el abastecimiento inicia a las 7:00 de la mañana y termina hasta las 5:00 de la tarde en tres pozos abiertos para el consumo doméstico, con intervalos de 25 minutos por cada viaje. Cada pipa de 15 mil litros de capacidad, tarda en llenarse 17 minutos para salir hacia el pueblo y repartir el líquido. No se dan abasto.
“Tengo desde las 7:00 de la mañana y no pasa la pipa. Aquí estamos en el sol esperado y esperando, no sé porqué son así los piperos, no se organizan bien”, dice Martha Hurón López, una ama de casa de 35 años que espera impaciente por su ración de agua del día.
Pero los piperos están en la misma situación. Tan odiados porque no pasan al momento a repartir el agua y tan quemados por el sol ardiente que durante estos meses azota al estado de Sonora.
“No paro, no paro, pero no nos damos abasto. Hacemos todo lo posible por llevar a tiempo el agua”, indica Guadalupe Sandoval, un hombre de tez blanca con la piel enrojecida por la exposición a los rayo del sol, que no deja de sudar mientras retira la manguera de agua y sella su pipa para salir a las calles del pueblo.
A la emergencia por el agua, se le suma la económica por falta de trabajo. La economía local no encuentra una solución favorable a corto plazo.
“Yo soy herrero, pero con esta crisis, ¿qué ganadero va a querer mandar hacer un portón? Nadie”, dice Eleazar Favela.
Con Favela espera el reparto de agua, Martín Ruiz, un carpintero que tampoco tiene ningún pedido en puerta para allegarse de recursos.
A la emergencia y desesperación se le suma el “tráfico de influencias” para conseguir los mejores servicios en época de crisis.
“Trajeron tinacos, pero esos nada más los ponen en las casas de los parientes de los políticos del pueblo. De la abuelita, la mamá, la hermana, el primo”, dice Eleazar Favela desencantado.
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La compañía minera empezó a repartir cheques a través de la Unión Ganadera de Sonora por las pérdidas de los primeros 14 días, pero no es suficiente. Las cantidades que se entregan a los productores, comerciantes y vaqueros, son apenas cálculos de lo que en realidad se dejó de ganar.
Entre Baviácora y Masocahui por ejemplo, hay 10 mil 500 cabezas de ganado chico y grande en peligro de perderse, debido a que los ganaderos tienen prohibido acercarlo a beber agua del río.
“El ganado podrá resistir un mes más, por estos calores será difícil mantenerlos y tendrán que bajar al río”, dice Ramón Arreola Mendoza, tesorero del Ejido de Baviácora.
El panorama para los agricultores es desolador: están obligados a sentarse a ver cómo hectáreas y hectáreas de cultivos se secan por la falta de riego.
“Yo tengo sembradas dos y media hectáreas de cacahuate. Me falta un mes para sacar la cosecha, si no riego, voy a perder más de 100 mil pesos”, asegura Ramón Lares Osorio, un maestro jubilado que se dedica a la agricultura en la región.
En la Estancia, un pueblo cercano, hay sembradas hasta 10 hectáreas de Cacahuate. Se perderán también si no se levanta la contingencia.
Lares Osorio lamenta que la compañía minera sólo llevó contaminación a los pueblos del río Sonora y no progreso.
“Porque ni trabajo: si la gente va con una solicitud de empleo, no tienen, menos si son de ahí [de Cananea] o sin trabajaron antes en la mina”, explica.
La contaminación de Grupo México estigmatizó al río, pues nadie quiere comprar los productos que provienen de la región.
“Ahorita tengo unas matas de chiltepín, las voy a cortar y echar en bolsitas y me iré a Hermosillo a venderlas. Pero no diré que son del río, diré que son de Moctezuma, porque no me las compran”, dice Ramón Lares.
Los lecheros, son otra parte de la cadena productiva que fueron severamente afectados. En el poblado San José de Baviácora, Luis David García López, es un padre de tres niños que sólo estudió la secundaria, pero que desde jovencito acompañó a su padre en el negocio de los quesos y la leche bronca.
Su trabajo le redituó para vivir cómodamente, mantener un casa con pequeños lujos y contar con capital para comprar vacas e invertir constantemente.
Pero el 6 de agosto, el patrimonio de toda una vida empezó a desvanecerse y García López traga saliva para contener las lágrimas cuando habla de la pesadilla que está viviendo por la contaminación del río.
Este año se vislumbraba prometedor para él. El ganado valía y diariamente producía 40 kilogramos de queso y repartía los lunes y los viernes entre 70 y 80 kilos a sus clientes.
Ahora con mucha dificultad hace 25 kilos de queso y en sus días de entrega reparte sólo 30 kilos. Sus vacas no beben agua del río, pero sí agua clorada que reparten en pipas. Los animales se están enfermando y Luis David se desespera cada día más.
“Agarro el queso y me voy a Hermosillo y allá, pregunta tras pregunta, ¿de dónde lo traes? Estoy batallando mucho. Y me voy aunque no venda, pero algo tengo que hacer. Dejé de ordeñar y meterle alimento al ganado, no me sale: alimento al ganado o le doy comer a mis hijos”, dice.
El hombre tiene 30 vacas, que antes del derrame de Grupo México, valían 30 mil pesos cada una.
“Ahorita, si las quiero vender, no me darán nada por ellas porque son del río Sonora. Y si no las llevo al beber agua y no me permiten regar, se me van a morir. Me dieron un cheque de diez mil pesos por mis pérdidas, pero no alcanza, en todas las vueltas que he tenido que dar gasté más de eso”, detalla.
Luis David asegura que sin no llueve para el 15 de septiembre y la contingencia aún continua, sus vacas podrán sobrevivir sin ordeñarlas ni darles pastura verde, sólo hasta el 15 de octubre.
El poblador de San José espera que pronto se recupere el cauce dañado. Hace unos días Guillermo Padres lanzó la campaña “Salvemos al río Sonora” y cientos de operarios se lanzaron al río para hacer una “limpieza” de diez centímetros de profundidad con el argumento de retirar los metales pesados.
Padrés Elías se tomó la foto y dejó sacando tierra con palas de jardín a decenas de hombres que cobran entre mil 500 y mil 800 pesos a la semana por realizar ese trabajo en jornadas de 12 horas diarias.
De acuerdo con los operarios que sacan tierra contaminada bajo el sol, la tarea les llevará entre dos y tres semanas. La tierra que se retira del río se llevará a un represo de jales de la mina Buenavista del Cobre en el afán de limpiar el río, explican.
Antonio Navarrete Aguirre, del Sindicato Minero Sección 65 de Cananea, Sonora, asegura que la campaña de Guillermo Padrés es mera simulación.
“Es una burla para la gente esa campaña. Ese río tardará mínimo diez años en recuperarse y para sacar tierra contaminada tienen que dragar todo el cauce del río, desde la raíz hasta Hermosillo, mínimo cuatro metros de profundidad. ¿Creen que con palas de jardín, raspando unos cuantos centímetros lo van a lograr? Eso, es pura simulación”, afirma.
Para varios de los afectados, si la situación empeora, no quedará otra solución que unirse para exigirle a Grupo México que repare el daño.
Manuel Luciano Gómez, un apicultor, ganadero y agricultor que cuenta con un rancho de 400 hectáreas en el municipio de Arizpe, calcula que sus pérdidas ascienden a dos millones de pesos.
“Me afectaron toda mi ecología, mi apicultura en especial, mi ganadería, los árboles frutales. Todo se vino abajo. ¿Quién responderá por todo esto? La minera, ellos tienen que responder y para eso, tenemos que unirnos todos. Luchar en un sólo frente”, dice.